domingo, 20 de septiembre de 2009

Alemania: ¿Energía nuclear? Sí, tal vez

Reflejando el sol matinal como un lago de hielo negro, los paneles solares en los bosques tupidos de la frontera de Brandeburgo con Polonia ofrecen una vista fugaz de un sueño alemán de un futuro construido en base a energía limpia. Aquí, en Lieberose, la segunda planta de energía fotovoltaica más grande del mundo captura la luz matinal para producir la electricidad suficiente como para abastecer a una localidad de unos 15 mil hogares.

Hileras brillantes de celdas solares como estas, molinos de viento que dan vuelta lentamente y otras fuentes renovables ya proporcionan alrededor del 15% de la electricidad de Alemania, lo que hace de este país un líder tanto en tecnología solar como eólica.

Sin embargo, a pesar de lo impresionantes que son tales logros, Alemania enfrenta elecciones energéticas conflictivas, y ninguna tanto como aquella por el futuro de 17plantas de energía nuclear, algunas antiguas y proclives a las fallas, que proporcionan casi una cuarta parte de la electricidad del país. Su destino ha sido uno de los pocos temas emocionantes en la campaña para las elecciones federales el 27de septiembre.

En 2000, una coalición anterior del Partido Social Demócrata (SPD) y los Verdes decidió prohibir la construcción de nuevas plantas de energía nuclear y eliminar gradualmente las existentes para 2022. Eso puede cambiar pronto si la Unión Demócrata Cristiana (CDU), encabezada por la Canciller Angela Merkel, puede formar un gobierno con los liberales Demócratas Libres (FDP). Merkel prometió extender la vida de algunas plantas nucleares hasta por 15 años; el FDP está a favor de construir nuevos reactores.

Una razón para mantener los reactores activos es dinero. Las plantas de energía nuclear son sumamente caras de construir, pero luego su manejo es relativamente económico. Christopher Kuplent, del Credit Suisse, un banco de inversiones, estima que las empresas de energía alemanas podrían generar ganancias extras de 25 mil millones de euros (US$ 36 mil millones) previo a los impuestos si es que no tienen que apagarse. Los precios de la electricidad en Alemania -que están entre los más altos de Europa- probablemente también bajarían. Eso agradaría a las grandes empresas, las que han estado haciendo presión para que se extienda la vida de las plantas.

Claudia Kemfert, del DIW, un instituto de estudios de Berlín, sostiene que si se mantienen funcionando las plantas nucleares, se compraría tiempo y se produciría el dinero necesario para que el país aumente la proporción de la energía que proviene de fuentes renovables. Si a las compañías de servicios se les permitiera manejar las plantas nucleares por más tiempo, probablemente tendrían que compartir sus ganancias, quizás mediante el pago de un impuesto a las utilidades inesperadas o aceptando financiar inversiones en energía renovable, indica Kuplent.

El argumento económico puede que tenga sentido, pero será difícil de vendérselo a una ciudadanía escéptica. La oposición a la energía nuclear se endureció no hace mucho. Una encuesta en febrero encontró que casi el 60% de los consultados quería dar marcha atrás o retrasar la eliminación gradual. Pero una más reciente en julio, exactamente después que un accidente cerrara la planta de Krümmel por segunda vez en dos años, mostró un agudo vaivén: el 31% de los alemanes quería que se mantuviera la eliminación por fases y otro 32% quería que se acelerara. Sólo el 17% pensaba que la nación debía continuar en el campo nuclear.

La política intrincada de la gran coalición saliente también ha jugado su rol en desanimar el apoyo ciudadano. Sigmar Gabriel, del SPD, ministro del Medio Ambiente, ha utilizado su cargo para hacer campaña contra la energía nuclear. El personero acusa a Merkel de ser "irresponsable" y ha dado a conocer una serie de revelaciones, por ejemplo, sobre fallas de seguridad en Asse, un sitio de almacenaje de desechos nucleares, y la condición permeable de Gorleben, una cúpula de sal destinada a albergar los desechos de alto nivel por miles de años.

A pesar del calor del debate, la extensión de las plantas nucleares postergaría la difícil elección por sólo una década a lo sumo. Más o menos la mitad de su energía proviene de la quema de carbón, un productor prolífico de gases de invernadero. Incluso con el crecimiento de la energía renovable, la naturaleza intermitente del sol y el viento significa que estas fuentes no pueden reemplazar a la energía nuclear sin inversiones costosas en almacenaje y transmisión de energía. Reemplazar las plantas nucleares por plantas activadas por carbón parece igualmente improbable.

Para mantener las luces encendidas, Alemania puede que tenga que escoger finalmente entre no lograr sus objetivos de reducir los gases de invernadero o estar más en deuda con Rusia por el gas natural. Ese debate podría volverse radiactivo.

Una razón para mantener los reactores activos es dinero. Las plantas son muy caras de construir, pero luego su manejo es relativamente económico.

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